Es lo más normal. Hay una cosa que es cierta y que no se puede cambiar. Todo lo que tiene vida, acaba muriendose. Pensamos que ese momento no va a llegar nunca, que no va a ocurrir o que ya ocurrirá dentro de muchos años. Pero esos años van pasando, cada vez más rápidos y cuando te quieres dar cuenta... ha pasado. Pensamos en todo aquellos momentos en lo que quizá teníamos que haber disfrutado más o simplemente haber compartido un poco de nuestro tiempo. Multitud de preguntas entran en nuestra cabeza, y siempre la respuesta es la misma. VIVIR.
Quizá sea muy avaricioso por nuestra parte, pero la vida hay que disfrutarla sin importarnos lo que pueda pasar, aceptando las circunstancias que nos marca la vida con la mejor de las sonrisas y con entereza.
No es que la muerte no duela, pero hasta que ese momento llegue a alguno de nuestros seres queridos, deberíamos intentar vivir la vida, sin pensar en el tiempo, disfrutar del presente como los niños lo disfrutan. No es fácil; la carcasa que se crea es dura pero nuestro corazón no debe de tener miedo, debe de aceptar los que pasa a nuestro alrededor, disfrutar y vivir.
Para las grandes personas hay reservado lugares enormes. Uno de ellos son los corazones de las personas que te han querido. Por eso creo en la eternidad y en la resurrección, porque esas historias vividas, serán contadas a nuestro hijos, sobrinos etc. ya sea en papel, de boca en boca, o en un simple blog.
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