lunes, 1 de abril de 2013

Un chicle usado.

La vida hace que las personas vengan y vayan. Muchas de ellas te marcan la vida, otras ni te das cuenta que han pasado, a pesar de compartir vivencias a diario durante mucho tiempo. La decepción es una de las características que pueden surgir después de ese tiempo.

No soy muy de comer chicle. Muchos de ellos son una mierda, tienes el sabor durante muy poco tiempo y luego son insípidos  y lo único que haces es hacerte masticar si darte cuenta de que el sabor ya se fue hace ya mucho tiempo. Cuando te das cuenta de ello, se suele hacer dos cosas, tragártelo, o tirarlo.

Es verdad, dicen que tragarse el chicle es malo, pero muchos nos tragamos el chicle para no ensuciar, para no dar la nota, para disimular, y que no se note. Prefiero eso que tirarlo en un cubo envuelto en un papel y que con una supuesta delicadeza te olvides de ello. Es más prefiero tirarlo al suelo, que lo pisoteen y que se haga uno con la baldosa.

Hay muchos chicles en el suelo, y siguen estando ahí. Los de la basura, ya no se sabe donde están.

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